Por: Camilo Reyes y Andrea
Bustos.
‘’La paz ha de lograrse
desde la armonía con el
entorno inmediato hasta el contexto general’’.
Desde empresarios, políticos
nacionales y extranjeros, fuerza pública e incluso las mismas víctimas del
conflicto armado en Colombia, han generado un apoyo importante entorno al
proceso de paz que el presidente Santos lleva a cabo con las FARC en La Habana,
para así buscar una salida negociada y justa a tantas décadas de violencia y
guerras sangrientas que ha vivido el país. Pero en vista de que varios sectores
de la sociedad colombiana han manifestado cierto respaldo a las intenciones de
paz del actual gobierno, habría que preguntarse en qué espacio social la
educación y, por ende la academia, tienen vocería y opinión en este constructo
de paz que también se puede desarrollar desde el aula de clase y el alma mater
universitario.
Ahora bien, para ningún colombiano
es un secreto la diferencia que existe en los ámbitos políticos e ideológicas de un Estado con la
insurgencia armada, de ahí que primen los intereses de estos grupos por buscar
ciertas transformaciones sociales en un país como Colombia, y aquí es donde
merece la pena cuestionarse desde la academia si los ideales con los que las
guerrillas combaten al Estado para fortalecer su modelo de nación y sociedad
son viables para un desarrollo ciudadano y social. Y este tema ideológico es el
que tiene que llevar a la enseñanza y a los grupos académicos a discutir sobre
las posturas que se están dando frente al constructo de paz que se está
llevando a cabo en el país y desde esos espacios, fomentar una pedagogía cuyo
objetivo sea una postura propia y crítica tanto de los estudiantes como de la
ciudadanía en general.
Entendiendo la “paz” como mucho más
que “la ausencia de conflicto”, cobra un valor significativo el proceso
educativo que se debe impartir desde un modelo que no se limite únicamente a
crear profesionales y personal al servicio de ciertos oficios y gremios, sino
que también construya una sociedad capaz de desarrollar una visión en la que se
fomente el valor crítico, comenzando por la escuela misma y en la formación
académica posterior, ya que en estos espacios subyace el origen que lleva a la
comprensión de dinámicas tanto conflictivas como pacificadoras y debe emerger
la intervención activa para la resolución a la enemistad y pugna latentes en
las “venas abiertas” del país.
Orientar procesos de pensamiento
crítico a fin de que el estudiantado llegue a ser parte activa en una sociedad
que pretende el fin de la violencia debería darse desde la discusión y la
participación ciudadana en los diferentes espacios que le competen, cuyo
elemento de debate esté centrado en la importancia de la paz y el aporte de la
academia a este valor social. Otro factor que debe prevalecer es el papel del
educador en la enseñanza para la paz, valiéndose de herramientas tales como el
texto literario, el lenguaje integral que lee a la sociedad del hoy a partir de
la proximidad con el entorno, la historia y el análisis interpretativo de la
misma, entre otros elementos cuya función radica en incentivar procesos de
formación de pensamiento siendo el docente contemporáneo el precursor, a fin
de rescatar la memoria patriótica que ha
escrito Colombia en los últimos años y cimentar el legado que se ha escrito con
el llanto y la sangre de las víctimas.
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